Nuestro sistema electoral no da para más
No podemos seguir parchando año tras año el sistema electoral y político. No da para más. Requiere una pausa, un rediseño y un mínimo de honestidad institucional.
No podemos seguir parchando año tras año el sistema electoral y político. No da para más. Requiere una pausa, un rediseño y un mínimo de honestidad institucional.
Es el fin de un ciclo, pero no el fin de todo. La derecha tradicional, esa de los 30 años, puede que muera como pacto, pero los partidos no. La fuerza electoral de Chile Vamos -quizás desmejorada- sigue latente, con votantes, parlamentarios y adherentes.
No se trata de izquierda ni de derecha. Se trata de sensatez. De volver a mirar el país con cabeza fría y manos firmes.
Existe una frase que resume muy bien lo ocurrido hasta hoy con la tramitación de la Ley de Presupuestos 2026: “no malgastes tu voz en quien solo escucha para responder, no para entender”.
En pleno 2025, seguimos llorando a un niño al que el Estado no protegió. Un niño que no le importó al Gobierno, ni a su flamante -y tan publicitado- Ministerio de Seguridad Pública.
Esa es la verdadera “apropiación cultural” de nuestra política: cuando se imita al adversario, se absorbe su estilo, se quema la identidad y se cree que la estrategia puede reemplazar la convicción. En pocas palabras: marketing político, cero contenido.
Cuando la política se vuelve rehén del miedo a debatir -a responder preguntas complejas, mostrar experiencia o equipos- deja de ser política y se transforma en marketing.
Mientras el Presidente y sus ministros insisten en hablar de respeto a la institucionalidad, son ellos mismos quienes, una y otra vez, socavan sus cimientos.
La pregunta no es quién dirige TVN, sino para qué existe TVN. Si es para seguir siendo un botín político, más vale sincerar las cosas: el canal no tiene futuro. Pero si de verdad se quiere un medio público robusto y moderno, el primer paso es cortar con la lógica de favores políticos y poner a gente que sepa de televisión, de gestión y de audiencias.
El principal obstáculo para acceder a una casa propia no es el dividendo, sino el pie inicial, equivalente a prácticamente un 20% del valor de la propiedad. Miles de familias podrían pagar mes a mes una cuota de crédito hipotecario, pero quedan fuera simplemente porque no logran reunir ese ahorro inicial.