Nobel de la Paz: ¡Indolencia!
Quienes no estamos comprometidos con ningún régimen podemos hablar con libertad. Podemos decirlo sin ambigüedades: María Corina Machado merece respeto, apoyo y visibilidad
Quienes no estamos comprometidos con ningún régimen podemos hablar con libertad. Podemos decirlo sin ambigüedades: María Corina Machado merece respeto, apoyo y visibilidad
Parisi entendió que su fuerza no está en los votos que ganan una elección, sino en los que puede agrupar antes de que empiece. En ese público que lo sigue más por desafección que por convicción, y que encuentra en él un canal sin costos: ni ideológicos ni institucionales.
No podemos seguir parchando año tras año el sistema electoral y político. No da para más. Requiere una pausa, un rediseño y un mínimo de honestidad institucional.
Es el fin de un ciclo, pero no el fin de todo. La derecha tradicional, esa de los 30 años, puede que muera como pacto, pero los partidos no. La fuerza electoral de Chile Vamos -quizás desmejorada- sigue latente, con votantes, parlamentarios y adherentes.
No se trata de izquierda ni de derecha. Se trata de sensatez. De volver a mirar el país con cabeza fría y manos firmes.
Existe una frase que resume muy bien lo ocurrido hasta hoy con la tramitación de la Ley de Presupuestos 2026: “no malgastes tu voz en quien solo escucha para responder, no para entender”.
En pleno 2025, seguimos llorando a un niño al que el Estado no protegió. Un niño que no le importó al Gobierno, ni a su flamante -y tan publicitado- Ministerio de Seguridad Pública.
Esa es la verdadera “apropiación cultural” de nuestra política: cuando se imita al adversario, se absorbe su estilo, se quema la identidad y se cree que la estrategia puede reemplazar la convicción. En pocas palabras: marketing político, cero contenido.
Cuando la política se vuelve rehén del miedo a debatir -a responder preguntas complejas, mostrar experiencia o equipos- deja de ser política y se transforma en marketing.
Mientras el Presidente y sus ministros insisten en hablar de respeto a la institucionalidad, son ellos mismos quienes, una y otra vez, socavan sus cimientos.